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Un cuento de navidad

-Le tengo que explicar, agente. No crea que estoy loco. Sí, llevo unas copas, pero le aseguro que se me ha pasado. Si me escucha, verá usted que mi actitud es completamente coherente.

No se me inquiete. Ya sé que no son horas. Es tarde, a usted le ha tocado estar de noche en fin de semana y estoy seguro de que estaría mejor en su casa. Pero si me permite narrar mi historia...

-El agente mira cansado a la pantalla del ordenador tratando de tomar declaración al borracho de turno. Gritando villancicos, dándole a la zambomba incesablemente a las 6 de la mañana. Ya casi le apetece más ponerle un café al tipo que seguir con el informe. Nada le interesa menos que escuchar sus tonterías. 

-Mire agente. Yo desde hace unos meses... casi un año, diría yo, empecé a tener problemas con mi mujer. Ya sabe usted como es eso, seguro. Lleva anillo de casado. ¿Sabe usted eso de "follas menos que un casado"? Pues así empezó todo.

Primero ella tenía menos ganas. Normal, dije yo: 5 años juntos, trabajamos juntos todo el puñetero día. 

No sé si lo sabe, pero trabajar con la parienta es la peor idea del mundo: las peleas empiezan con tu compañera de trabajo, siguen con tu mujer y al día siguiente empiezan de nuevo con la compañera. Y así estábamos cada vez peor. Pero no se crea usted, que yo intentaba evitarlo, pero ella estaba a la que saltaba. Cualquier cosa era motivo de bronca y, si no había bronca, la frialdad más absoluta. Los pocos polvos que... perdone usted, que no es apropiado.

-Siga, siga. Si total...

Pues verá, los pocos polvos que echábamos, de verdad, se convirtió en un tronco, una estrella de mar, un muñeco de estos para probar la seguridad de los coches. ¡Y ella había sido una fiera en la cama!. Mire usted, cuando empezamos se ponía... ¿Le estoy molestando?

-No, no. Ya que estamos, prosiga.

Pues verá, se compraba lencería, me venía con juguetes, se leía las 50 sombras esas de los cojones. Pero, de pronto: "Estoy cansada", "Hoy no me apetece", "Estoy cabreada porque te he visto hablando con la de pescadería", "No has bajado la tapa del váter", "No sabes la raíz cuadrada de 5432..." Y la verdad, ya dejé de intentarlo. A ver, que tenía que picar piedra para echar un polvo y yo soy un hombre sencillo, mire usted. A mí me dan mi cerveza, mi youporn y un ratito a solas y ya estoy contento. A ver a cuenta de qué tenía yo que estar mendigando un poquito de atención de mi señora que, seamos sinceros, tampoco estaba como las del youporn, ya me entiende usted.

-Y ya me dirá usted qué tiene que ver esto con lo de esta noche...

-Espere, espere, que todo llega. No me sea impaciente.
Total, que yo ya empecé a pasar de mi señora y a mirar a otras un poquito más y...¿Sabe lo que pasó? Pues que me llamaron de recursos humanos porque le había mirado el culo a una clienta. 
Imagínese: a ver, la chica llevaba unos vaqueros de estos que se le pueden leer los labios... sordomudos, sí. Y por echarle una miradita me llama la subnormal de recursos humanos. Que ya me imaginaba yo la bronca que me iba a echar ella, la bronca de mi mujer, la de mi suegra, la de mi madre... ¡Todo por mirar! ¿No dicen que mirar es gratis? 

Pues allí estaba yo sentado frente a la tía aquella, con su sonrisa de pánfila. Pero lo primero que me dice es que no me preocupe, que no pasa nada. Que si va bien todo en casa. Y yo le dije que sí (a ver qué coño le importaba a aquella tipa). Y me empieza a contar que trabajar con la parienta es difícil, que el ambiente en la empresa es importante. ¿Y sabe lo que me dice? Pues que me integre un poco más en la empresa y que si voy a ir a la cena de Navidad. Y a ver: yo me acababa de librar de la bronca y el escarnio público, así que le dije que sí a la cena de Navidad, al amigo invisible y a jugar el número de lotería de la empresa. Lo que no le quería era lo de participar en el coro navideño. Que no, que eso era imposible, que yo tengo un oído enfrente del otro.

Pero la tipa me dijo que "no tenía que cantar, que solamente con que hiciese bulto y tocase la zambomba..." Y todo el rollo del ambiente en la empresa y tal. 

He de decirle, agente, que yo en aquella época estaba sospechando que mi mujer tenía un rollo en el curro. Tenía que ser en el curro porque  va de la casa al trabajo, pero ese pasar de repente de mí, ese estar cabreada continuamente... no podía ser. Así que lo de el ambiente de trabajo me tocaba un poco los huevos... ¡Joder! ¡Perdone mi vocabulario agente! ¡No lo ponga así en el informe!

-Le tocaba un poco los huevos- musitaba el agente mientras tecleaba

-Bueno, sí, me tocaba los huevos. Pero de aquella tipa dependía que no me pusiesen como el mirón en el curro y en la casa, así que le dije que al final vale, que yo cantaba y todo. Y así me he visto los 3 últimos meses: con 1 número más de lotería, tratando de encontrar un regalo por menos de 20 euros para el amigo invisible de la frutera (a la que no conozco) y  ensayando martes y jueves después del curro. ¡Que no me diga usted que no tengo mérito!

Total. Que cumplí como un campeón y llegué a la cena de Navidad siendo un maestro en la zambomba. Y allí me ve usted, sentado junto a mi mujer, pensando si se estaría tirando a alguno de los de la mesa, soportando a la de recursos humanos que no dejaba de tocar las pelotas...

-Tocar las pelotas...-tecleaba

-De ir de una mesa a otra, quiero decir, viendo que todo el mundo tuviese buen rollo, estuviese contento y todo con esa sonrisita de guay insoportable la muy perra...

-¡Oiga usted!

-Perdone, agente... perdone.
El asunto es que llegó la hora de los villancicos. Yo ya estaba muy mamado, la verdad. Y supongo que no entré mucho en tiempo con la zambomba. Total, que yo veía la cara de asco de mi señora y ya me cabreé, me fui para ella y le dije que si hiciese lo que hiciese nunca le iba a gustar, y que para esa mierda no quería seguir... y bueno, imagino que dije muchas cosas desagradables, mire usted. Me tenía a dos velas, no me hacía ni puñetero caso y encima parece que le daba hasta vergüenza verme en el coro. Con lo que yo había ensayado...

Ya sabe usted como son las broncas estas. Nos calentamos la boca, nos dijimos de todo y al final yo me fui dando el espectáculo. A la salida le puse la zambomba en las manos a la de recursos humanos y le dije "¡Esto te lo metes por el culo!". Muy discreto, ya ve usted. 

Me salí a la calle, respiré un rato y claro, pensé. La verdad es que lo había hecho fatal y además había dejado a mi mujer en evidencia. Vamos, que la había cagado bastante. Así que entré a buscarla. La busqué por todo el restaurante y al final imaginé que estaría en el baño. Fui al baño de mujeres a ver si estaba desde la puerta (no voy a entrar sin avisar, claro) vi sobre el lavabo el bolso de mi señora... y la zambomba. La puta zambomba.


Me vino una inspiración, la verdad. Así que entré en silencio y las vi. Si agente: mi mujer y la de recursos humanos. Dándose el lote. Pero mire: dándose el lote como nunca se lo había dado conmigo, que le estaba metiendo la lengua hasta la campanilla la tía. Me quedé helado. Lo primero que pensé fue: "¡Hostias! ¡Qué regalo más bueno me ha preparado mi mujer!" Pero en cuanto vi la manera en la que me miraron al verse descubiertas... bueno, digamos que no me estaban invitando a nada. 

A mi mujer le venía un color detrás de otro. La tía. Y la de recursos humano en plan "Paco, tranquilo. Esto no es lo que parece" y yo "¡Coño, parece que le estás cogiendo el culo a mi mujer!"  Entonces mi mujer me sale con que no podía engañarme más. ¡Que no podía engañarme más, dice! ¡Joder! ¡Podía haber hecho un esfuercito para engañarme y montarme un trío! ¡Que yo me lo habría creído perfectamente! 

Pues resulta que dice la tía que no es que sea lesbiana, pero que uno se enamora de las personas y no de los géneros, y que se había enamorado de la de recursos humanos. ¿Y sabe qué? Pues que se veían los martes y los jueves, cuando yo ensayaba con la zambomba.¡Sí señor! La muy perra me había liado con lo del coro para poder comerse el chirri con mi señora. ¿Qué le parece?

¿Qué podía hacer yo? Borracho, cornudo, abandonado.¡Y encima tampoco podía decir nada, porque igual me llaman homófobo! No está la cosa para meterse con el colectivo LGB...LGT...LBI... ¡Bueno, como sea!, ¡Con los gais!

Pues mire, no se me ocurrió otra cosa. Que me fui a la calle a cantar todos los putos villancicos de mierda que me había aprendido con la zambomba. Y mire, estaré borracho, pero me admitirá usted que esta vez, hasta que ustedes me pararon ¡los estaba cantando de puta madre!

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