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Mostrando entradas de enero, 2019

Aquí de nuevo.

Escribo, vomito y me quedo vacía. Estando vacía no me puedo enfrentar a la pantalla del ordenador. Las letras se niegan a alinearse con sentido. No hay nada que pueda plasmar, nada que pueda contar. No tengo imaginación. No sé inventar, no sé crear. Solamente sé escuchar. Y llega un día en el que un alma rota se sienta frente a mí con la esperanza de que yo cosa sus trozos. Algo tiene ese espíritu que enlaza con otros que anidan en mi memoria y, ellos solos, trazan una historia nueva. No sé inventar. Sé coser historias. I Sentada en el borde de la cama, encorvada y desnuda, se mira en el espejo. A media luz contempla la imagen que este le devuelve. Una sombra de lo que pudo ser. Un resto de lo que nunca llegó. Una marioneta sin hilos desplomada, sin fuerza, sin vida. El pelo negro cuelga frente a su cara. Le recuerda un poco a una película japonesa de terror, solo que, en vez de ser una niña muerta, es una mujer herida. O quizás no. Quizás está muerta del todo. Aún